El calor intenso
está teniendo un impacto negativo en la ciudadanía, afectando de manera
desproporcionada a los colectivos más vulnerables, como los niños, niñas y,
especialmente, las personas mayores. En España, se estima que más de 2.000
personas murieron por temperaturas extremas en 2024, siendo el 95% de ellas
mayores de 65 años. El pasado verano, cerca de 225 personas fallecieron en
nuestra comunidad debido a las altas temperaturas siendo Castilla y León la
tercera comunidad con mayor número de defunciones por esta causa, solo superada
por Madrid y Cataluña.
En 2025, España
estimó 3.832 muertes atribuibles al calor entre el 16 de mayo y el 30 de
septiembre, un aumento del 87% respecto a 2024. De estas muertes, solo 25
fueron por golpe de calor directamente diagnosticado, la mayoría afectando a
personas mayores con factores de riesgo. El sistema MoMo del Ministerio de
Sanidad es el encargado de realizar esta monitorización. Con 351 fallecimientos
atribuibles a altas temperaturas, 126 más que el año pasado, nuestra Comunidad
registra este año, el segundo peor dato tras 2022.
La mortalidad
relacionada con el calor ha aumentado un 94% en Europa desde el año 2000. Así
lo indicó el informe The Lancet Countdown Europe 2024, publicado en The
Lancet Public Health, que estudia el impacto del cambio climático sobre la
salud. Un trabajo que analiza más de 40 indicadores que relacionan salud y
clima, en el que han participado 42 instituciones.
El cambio
climático no es un escenario teórico para un futuro lejano: ya está aquí y
mata. La salud de las personas debería de estar en el centro de la acción
climática y la prioridad de las políticas públicas debería ser la de adoptar
medidas eficaces para proteger a la ciudadanía. España lidera el incremento de
muertes por calor en Europa.
En nuestra ciudad como
en el resto de España, no se está actuando lo suficiente. Es crucial
implementar más medidas tanto de adaptación como sobre todo de mitigación. Si
acudimos a los datos, estos nunca mienten. En nuestra ciudad, si comparamos las
temperaturas medias anuales desde el año 2000 hasta la actualidad, veremos que
algo está cambiando y la tendencia es continuar haciéndolo y cada vez más
rápido.
En el año 2000 la
temperatura media anual se situaba en los 12,3ºC, en 2015 subió hasta los 13ºC
y actualmente está por encima de los 14,4ºC. El incremento es de más de 2º C
en los últimos 25 años. Si hablamos del año actual, 2025 presenta una
temperatura media de 15,8ºC hasta el momento, 3,5ºC que hace 10 años, algo
impensable y muy peligroso.
Si hablamos de temperatura mínima media anual, pasamos de los 7ºC en el año 2000 a los 8,5ºC actuales.
Por último, la
media de temperaturas máximas ha pasado de los 18,7ºC a los más de 20,5ºC en
2024 y las temperaturas máximas registradas de los 36,8ºC a los casi 40ºC del
verano pasado, 3ºC más.
El Ministerio de
Sanidad publicó en 2023 el Plan Nacional de Acciones Preventivas contra
los efectos del exceso de calor en la salud. Este plan establece que, en
Valladolid, el umbral crítico a partir del cual aumentan significativamente los
riesgos de golpes de calor y la mortalidad relacionada con las altas
temperaturas es de 36ºC. El pasado verano de 2024, desde el día 1 de julio al
31 de agosto, Valladolid registró 42 días en los que el termómetro
estuvo por encima de los 30 grados, 23 días con temperaturas por encima de
los 35 grados y 13 de esos días, superando los 37ºC. En 2025, el
escenario no ha sido mejor, 37 han sido los días que han superado los 30
grados.
Además, según varias
investigaciones, las mujeres tienen el doble de riesgo de morir por calor, y
también las personas con menos ingresos, en parte por su mayor exposición a la
inseguridad alimentaria, por sus trabajos más expuestos al aire libre y por
supuesto, la gente mayor. Muchas de estas últimas, viven solas en la ciudad,
sin posibilidad de desplazarse durante los episodios de calor extremo. La
soledad es un factor de vulnerabilidad que no se puede pasar por alto.
Los datos no dejan
duda y la respuesta debe de estar a la altura. Es necesario, por ejemplo, identificar las ubicaciones para establecer una red de refugios climáticos y su
puesta en marcha. Por su puesto,
encontrarse con la eliminación constante de más de 1.000 árboles en el interior
de la ciudad, muchos de ellos de gran porte que ofrecían sombra, no es jamás una
buena política medioambiental.
Es urgente aumentar
las zonas verdes y el arbolado en cualquier ciudad. Su impacto es positivo en el bienestar de la
gente y por supuesto ayuda a la mejora del entorno y del medio ambiente
favoreciendo el mantenimiento de la biodiversidad. Hablamos también de la
mejora de la salud física y mental, la reducción de la contaminación, la
mitigación del cambio climático y lo que es aún más importante en una ciudad,
la creación de espacios para la socialización y el disfrute comunitario.
Es imprescindible
la creación de nuevos parques, jardines y zonas verdes en las ciudades, asegurando
que cada barrio y sobre todo el centro de las ciudades (el espacio normalmente que
cuenta con menor arbolado) tengan acceso cercano a estos espacios verdes.
Esto se consigue solo aumentando el arbolado y la masa forestal en la ciudad, con especial cuidado en
aquellos lugares con escasa cobertura vegetal, priorizando especies autóctonas
o adaptadas al clima local y con alto valor ecológico.
No podemos olvidarnos jamás de la pedagogía. El desarrollo de programas educativos y actividades comunitarias que promuevan el cuidado y la
valoración de los espacios verdes e involucrar a la ciudadanía en la planificación
y gestión de estos espacios, son iniciativas que han pasado de ser optativas a
temas relevantes obligatorios para trabajar con todos los grupos de edad. Nos
va la vida en ello y se nos acaba el tiempo. Si queremos un presente y un
futuro digno y apropiado para la vida de nuestras generaciones futuras, es el tiempo de actuar.




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