ª
“¿Pero…
a que tenemos miedo? Miedo a que se vulnere la seguridad nacional por una
invasión de inmigrantes pobres o terroristas; miedo a que las personas en
situación “irregular” (los sin papeles) se aprovechen de nuestros cada vez más
mermados recursos y servicios públicos y sociales”.
ª
“Una
caja llena de tela de arañas en nuestro país ya que esta Ayuda Oficial al
Desarrollo ha disminuido en un 62% en los últimos ejercicios previos al 2015, hasta un 0,16% de
la Renta Anual Bruta”.
ª
“6.000
seres humanos navegan a la deriva desde hace más de dos meses frente a las
costas tailandesas, sin nada de comer y beber salvo lo que las gentes que pasan
con sus embarcaciones les pueden tirar a cubierta”.
Los
últimos meses han sido muy convulsos en cuanto a materia de inmigración a nivel
mundial. Llevo tiempo reuniendo información, noticias, artículos y opiniones de
múltiples fuentes para intentar redactar unas páginas que sirvan de resumen a
todo lo acontecido en estas últimas semanas. Para ello primeramente buscaremos
contextualizar algunas cuestiones creando una especie de eje cronológico para
encontrarle sentido.
Nos
iremos, para empezar hasta el año 2000. Después de ganar las elecciones
generales de ese año, el Gobierno de José María Aznar creó la
Delegación del Gobierno para la Extranjería y la Inmigración,
y
la integró dentro del Ministerio del Interior, eliminado de un plumazo,
las competencias sobre la política de extranjería que hasta ese momento eran
competencia del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. De este modo, la
inmigración pasó de considerarse una cuestión sociolaboral, a constituir un
asunto de Seguridad
Nacional.
Con
la vuelta del Gobierno Socialista en el año 2004 (no olvidemos las circunstancias en las que se produjo el cambio),
la cartera de extranjería sería devuelta a Ministerios relacionados con trabajo
y asuntos sociales. Pero el enfoque securitario para gestionar la inmigración
ya quedaría instaurado. Algunos años más tarde (2005) el Gobierno socialista
aplicaría la
instauración de concertinas en las vallas fronterizas de Ceuta y
Melilla. En honor a la verdad, un año más tarde el propio José Luis Rodríguez
Zapatero decidió retirarlas. Recientemente, el actual Gobierno con Rajoy a la
cabeza, volvió a instaurarlas
y defenderlas en el año 2013 y hasta el presente.
¿Pero… a que tenemos
miedo? Miedo a que se vulnere la seguridad nacional por una
invasión de inmigrantes pobres o terroristas; miedo a que las personas en
situación “irregular” (los sin papeles) se aprovechen de nuestros cada vez más
mermados recursos y servicios públicos y sociales; miedo a que se generen
problemas de salud pública en nuestro país; miedo al aumento de la delincuencia
e inseguridad ciudadana. Cojan papel y bolígrafo y hagan sus cálculos y
apuestas.
Lo
que produce este enfoque de necesidad de seguridad sobre la inmigración es que
veamos a estas personas como invasores y delincuentes antes que personas, que
defendamos nuestra ciudadanía por encima de los propios derechos humanos
universales. Que tener papeles en regla valga más que el propio hecho de nacer
y ser alguien. Piensen incluso la forma de retratarlos en los medios: “No
mueren personas, si no inmigrantes, sin papeles, refugiados…”.
Recientemente
se aprobó en España la Ley de Seguridad Ciudadana, denominada Ley Mordaza. Fue
aprobada por el Gobierno actual en solitario (para eso existen las mayorías absolutas “absolutistas”) y publicada en el BOE. Dicha normativa entrará
en vigor el día 1 de Julio de 2015, ¿toda? Pues no. La Disposición
Final Primera, que regula las devoluciones de
inmigrantes en Ceuta y Melilla que lo hizo el día 1 de abril, cuatro meses
antes que el resto de la Ley.
Dicha
disposición enmienda la Ley de extranjería para intentar amparar la devolución
a Marruecos de los inmigrantes interceptados en el salto a las vallas de Ceuta
y Melilla, bajo la nueva figura jurídica que el Gobierno denomina “rechazo en frontera”, para impedir su
entrada ilegal en España.
Pensemos
en el trato dado a estas personas. Devuelto al otro lado sin preguntarles su
nombre; ser identificado correctamente; sin ofrecerle asistencia de ningún tipo,
ni letrada ni sanitaria. Impidiendo de este modo que puedan expresar cualquier
cuestión, incluidas la posibilidad de solicitar protección Internacional si su
vida corriera peligro. Derechos, por otra parte, amparados por la Convención de Ginebra, el Convenio Europeo
de Derechos Humanos, la carta Europea sobre Derechos Humanos y la Directiva de
Asilo… ¿suficientes instituciones?
Hagamos
un viaje en el tiempo (maldita hemeroteca). 6 de febrero de
2014,
15 personas mueren en un intento de llegar a España frenado por las fuerzas de
antidisturbios de la Guardia Civil. Las imágenes se
difundieron por el Ministerio de Interior tras la
presión ejercida por los propios medios de comunicación y ONG´s. Estas, también
mostraban como 23 personas que sí
consiguieron llegar a España fueron devueltas en caliente.
Volvamos
al ahora. 20 de abril de 2015, nuestro Ministro de Interior Fernández Díaz “admite
la necesidad del rescate en el Mediterráneo, pero insiste en el efecto llamada”. Un mes atrás (por su puesto antes de la muerte de más de 700 personas en Lampedusa)
nuestro Ministro defendía en Bruselas todo lo contrario, rechazó entonces
mejorar el salvamento europeo en el Mediterráneo alegando un posible “Efecto Llamada”. Sus palabras alegaban
que FRONTEX es una agencia que tiene por misión securizar las fronteras y no
puede convertirse en una agencia de salvamento y rescate.
Más
aún, aseguraba “la mejor manera de
garantizar la vida de toda esa pobre gente es eliminado las circunstancias que
llevan a que esa gente se vea abocada a caer en manos de mafias criminales”.
Reflexionar sobre estas palabras. ¿Ésta es la mejor manera de garantizar la
vida?, ¿eliminar las mafias es el mayor de los problemas? Por supuesto
que no. Ya sé que estaréis pensando, que el problema que tienen es occidente y
la avaricia de los Estados y personas más poderosas del planeta, que sumimos a
los diferentes pueblos en guerras innecesarias a cambio de asegurar nuestra
hegemonía y bienestar económico y personal.
Seguimos
con más datos. En última instancia nuestro ilustrado y gran Ministro añade que
existe también medidas a largo plazo (por
no decir infinito plazo), algo denominado “cooperación al desarrollo”. Una caja llena de tela de arañas en
nuestro país ya que esta Ayuda Oficial al Desarrollo ha disminuido en
un 62% en los últimos ejercicios
previos al 2015, hasta un 0,16% de la Renta Anual Bruta, cuando la
media Europea es del 0,43% y el mínimo fijado por la ONU es de un 0,7%.
Volvemos a la siempre excusa de los recortes, tijeretazos siempre para los presupuestos
sociales.
La
cumbre extraordinaria celebrada el día
23 de abril de 2015 decidió dotar la operación comunitaria encargada de labores
de vigilancia (TRITÓN),
del triple de fondos, de tres a nueve millones de euros,
aunque no ha sido sencillo para ello poner de acuerdo a los 28 países de la Unión.
Un avance ínfimo en esta materia. No se ha mencionado la extensión del área
operacional que puedan patrullar más lejos de las costas Europeas, lo que
permitiría llegar antes a rescatar embarcaciones en apuros, recordemos que la
mayor parte de los naufragios se producen en las aguas próximas de Libia.
En
lo que sí parecían estar de acuerdo era en repartir el número de personas refugiadas
a acoger (20.000 en total), pero no en cuántos le toca a cada
país (parece que están intercambiando
cromos). Concretamente nuestro Gobierno y sobre todo las figuras de Mariano
Rajoy y el Ministro de Exteriores Manuel García-Margallo creen que aceptar
1600 refugiados en España es demasiado. Afirman además
que esta cuantía no es proporcionada ni realista.
Los
criterios de distribución elegidos por la Unión Europea son: la
población, el PIB de cada país, la tasa de desempleo o el número de personas
acogidas en el período entre 2010 y 2014. El peso de la población cuenta un 40%, el PIB un 40% y la tasa de paro tan solo un 10%. Con estas cuentas el argumento que
dan estos individuos es que el alto índice de desempleo en España impediría dar
trabajo a estas personas. Sinceramente, ni a estas ni a todas las demás, como
se puede comprobar hasta ahora.
Nuestro
Ministro Margallo relaciona inmigración con la situación económica y laboral de
nuestro país, para negarse a aceptar el asentamiento de estas personas que se
juegan la vida (no olvidemos que lo hacen
huyendo de la situación actual de sus países en guerra) en el Mediterráneo.
Al mismo tiempo sus declaraciones contradicen el mensaje optimista del Gobierno
y sus “brotes verdes” que lanzan a diario aludiendo que somos el país
que más crece de Europa.
Lo
que está más que claro es que el Mediterráneo (mar entre todas las tierras) es una de las rutas migratorias más
complejas, dinámicas y populares del mundo. A pesar de la atención mediática
prestada, la vía marítima ha sido siempre un acceso secundario de los flujos de
inmigración hacia Europa. Ha sido hace bien poco cuando la situación se
ha revertido. La explicación tiene nombre de país, Libia, y una razón, el derrumbe del régimen de Gadafi en 2011 y la guerra civil en Siria a
partir del año 2013.
Por
lo tanto las personas que se dejan la vida en el fondo de las aguas son
aquellas que buscan protección Internacional, huyendo de la violencia, el
conflicto y el derrumbe político y social en que se encuentran inmersos Sirios,
Eritreos y Afganos (sin olvidar las docenas de países africanos que se
encuentran en igual situación). Desde la segunda guerra mundial no se habían
registrado tantas personas desplazadas como las que hay actualmente.
Para
acabar con este gran problema falta voluntad política y ambición. Las reuniones
mantenidas el 20 de abril de 2015 arrojaron lo denominados “10
puntos de Luxemburgo”. La respuesta ha sido decepcionante.
La
única propuesta novedosa ha sido la destrucción de los buques utilizados por
los contrabandistas (siempre y cuando
exista resolución de la ONU), duramente criticada por ONG,s e instituciones
Internacionales, y con razón, no se pueden
matar moscas a cañonazos. Pretenden acabar así con el problema del “efecto llamada” que tanto miedo les
da, sin entrar a solventar el efecto expulsión: la militarización
de la frontera, que conducirá a la apertura de nuevas rutas más peligrosas para
los que huyen y seguirá beneficiando a las redes de traficantes que
incrementarán el precio del transporte.
Por
primera vez, se plantea una distribución solidaria de personas con la necesidad
de protección internacional. Sorprenden las
cifras, 20.000 personas. Pueden parecer mucho, pero comparadas con los más
de 4 millones de refugiados que existen tan solo en Siria… es tan solo el 0,5%
de los refugiados de ese país (más
de 51 millones en todo el planeta). ¿Qué pasa con los Eritreos, Afganos, Somalíes,
Nigerianos, Gambianos, etc.? El debate no debería ser sobre cuantas
personas se pueden acoger, sino más bien como garantizar la seguridad y
dignidad de las personas.
Otra
de las grandes líneas de acción propuestas pretende
blindar las fronteras de la Unión Europea y la de los países de su área de
vecindad mediante el apoyo económico de Europa y logístico del FRONTEX. Ni rastro
queda, por lo tanto, de la cooperación en materia de gestión de conflictos y
postconflictos. Ni rastro de la apertura de verdaderas vías legales de acceso a
Europa. Ni rastro de una verdadera planificación política migratoria común que
ofrezca soluciones de verdad a medio o largo plazo. Ni un ápice de decencia y cordura
es lo que nos queda.
No
quería terminar sin hacer referencia a una de las últimas noticias acontecidas
en el mes de mayo, quizás la que más asco, repugnancia y tristeza puede causar
en el alma humana: “6.000 seres humanos
navegan a la deriva desde hace más de dos meses frente a las costas tailandesas,
sin nada de comer y beber salvo lo que las gentes que pasan con sus
embarcaciones les pueden tirar a cubierta”. Los medios
de comunicación se hicieron eco de la noticia, pero nadie movió un dedo por
ellos. Semanas después seguían a la deriva sin ninguna ayuda. Mientras tanto
los Gobiernos
de Tailandia, Malasia e Indonesia se desentienden por completo de ellos
negándose a la acogida en su territorio.
“Desde el aire se les ha
tirado comida y materiales para arreglar los motores de las embarcaciones”. Pero
desde tierra se les insta para que se adentren aún más en el mar. No les
importa que mueran, imagino que de ser así, un problema menos para ellos.
Mientras
tanto el resto miramos a otro lado. Este caso está fuera de la jurisprudencia
de Europa, algunos se frotarán las manos como si de polvo se tratara. ¿Pero, realmente esta problemática no es
una cuestión que nos atañe a toda la humanidad?, ¿hasta cuándo vamos a seguir
así?, ¿es que no se nos revuelve el alma además del estómago contemplando como
millones de personas sufren alrededor nuestra? Aquí en España además,
muchas veces tienes que hacer de tripas corazón escuchando decir a algunos
gilipollas, que les encantaría poder pegar
de tiros a los negritos además de ponerles muros y cuchillas como torres de
altas.
Algún
día nos acordaremos de todo esto. Quizás seamos nosotros quienes huyamos fuera
de España y nuestras casas. ¿Qué digo? Ya está pasando, y por supuesto, cuando
vayamos a países como Alemania, Inglaterra,
Holanda o Francia no pidamos un trato que no sea el que se le da a un “inmigrante del sur”. Eso es lo que somos,
inmigrantes en busca de mejorar nuestra calidad de vida, debido a las
condiciones deplorables de nuestro país. No nos creamos mejores, quizás así,
cuando volvamos a casa con el rabo entre las piernas, humillados y maltratados
entendamos hasta cierto punto (no se puede comparar), la realidad
del día a día de millones de personas en el mundo.
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