ª “Un nuevo modelo
de participación ciudadana social amenaza el inmovilismo y los modelos fetiches
de partidos, sindicatos y movimientos tradicionales”.
ª “Hay quienes prefieren ver la historia
pasar, y otros que decidimos vivir y participar de esta historia que nos ha
tocado vivir.”.
Días de portadas
digitales, trending topics, cientos de miles de “me gusta” en redes sociales y
en las diferentes manifestaciones no más de unos cientos de personas. Pocos
miles si sumamos las diferentes convocatorias a lo largo de territorio de esta
España malherida y maldita.
El mundo virtual es una
cosa, ¡Ay amigos! Pero el mundo real y verdadero del día a día es otra muy
diferente. Clickear con nuestro ratón es bien sencillo, pero salir a la calle
se complica, más aún los días de lluvia y vientos sin cambio. ¡Hay que estar en
las calles para cambiar las cosas!
La “RED” comienza a
postularse como músculo político, la
calle tan solo como un ideal mediático. Con otras palabras, fracaso tras
fracaso en la calle, éxito rotundo de las redes sociales. Personas que al
final, huyendo de la política acaba reencontrándose con ella de golpe y porrazo
sin quererlo. Finalmente esta marea por los derechos digitales se convierta en
una marea por los derechos sociales.
La política tradicional
no ha sabido prever nada, ni lo ha visto venir ni lo entiende, sigue mirando
hacia otro lado. Vivimos en un País donde creemos y pensamos que la calle es el
único espacio donde se puede ejercer presión Social. Como podemos ver, no es
del todo cierto, pero es importante declarar y dejar claro que la revolución no
está en la Web ni en las redes aunque la apoye, está y seguirá estando en la
calle, si la lucha no se lleva a cabo en este espacio no es real.
Las manifestaciones
tienen un gran poder simbólico y este se conserva excepcionalmente. Hemos
salido a la calle en contra de Guerras irracionales, en contra del terrorismo
atroz en sus diferentes vertientes, a favor de nuestros derechos sociales como
la sanidad, la educación. En contra de la corrupción, de tratados
Internacionales sin lógica, a favor del respeto de los derechos humanos en el
mundo… cualquiera de nosotros podrá decir que ha participado activamente en más
de una. De no ser así deberíamos plantearnos interiormente si estamos de
acuerdo con el mundo que nos rodea, si es perfecto o si merece convertirse en
un escenario más justo y mejor.
La mayoría de las
ocasiones estas manifestaciones tan solo buscan satisfacer una necesidad
mediática. Los periódicos solo quieren una foto de cabezas anónimas juntas que
le dan valor a una acción social, sin más. Pero no somos bultos señorías, para
nada. Somos personas, y deberíamos empatizar más y pensar que aquellos que
salen a la calle no solo los días de “Vino y Rosas” lo hacen para el bien común
de todos y de todas, independientemente de quienes seamos. Es hora de dejar
nuestra cómoda butaca de casa, el “Pan y Circo” con el que nos pagan a diario y
partirnos la cara con todos los demás.
Ahora la ciudadanía puede
participar activamente de la política, no cada cuatro años, si no día a día.
Puede hacerlo en público, ante cientos de personas en sus cuentas de Facebook y
twitter, sobre temas sociales, laborales, económicos y culturales.
La clave de este cambio
tiene que ver con la pérdida de las “intermediaciones”. Podemos hacer muchas
cosas sin la dependencia de pertenencia a partidos políticos o asociaciones de
carácter político. Antes eran imprescindibles para articular los mecanismos de
acción colectiva, pero ya no lo son, ya solo dependemos de nosotros mismos.
Ya no tenemos que
defender nada porque lo haga el partido al que decidimos votar. Ahora, tras
nuestra participación ciudadana durante cuatro años, toca reflexionar y buscar
la opción más coherente a mis pensamientos, sentimientos e ideario. El voto
comienza a ser una consecuencia y no la causa de identidad ideológica de cada
cual.
Se acabó la lealtad y
militancia a una organización que no defiende mi persona, mis derechos ni mi
forma de pensar. Este ya no es un valor supremo en política sino la capacidad
de aportar que tengo a diferentes espacios comunitarios.
¿Cuál es el mensaje para
los partidos políticos tradicionales? Que ya no pueden atarnos y engañarnos con
falsas promesas, quedan relevados a otro papel, a partir de ahora tendrán mucho
menos poder. Pero… ¿estarán preparados para este cambio? Nuestros partidos no
han avanzado un ápice en todos estos años, siguen organizados de la misma
manera desde hace treinta años. Hablan de “regeneración política” pero seguimos
viendo las mismas caras y la misma forma de trabajar. Es necesaria un cambio
radical de estas instituciones. Otro sistema es posible, podéis creerlo.
Ahora que políticos,
periodistas y otras personalidades no tienen la última palabra, tiene mucho más
valor el poder de la información. Pero esta debe de ser de calidad y es difícil
lograrla si nuestros medios no disponen de libertad para maniobrar y se deben a
empresas y partidos. Es la era de la digitalización y con ella llega un
periodismo más digno, más real, más cercano a la ciudadanía que busca la
verdad.
Los ciudadanos ya no
somos entes pasivos de nuestra sociedad. Somos fuente productora también de soluciones
a problemas. Es hora de participar. Dejemos de imaginar y soñar con un mundo
nuevo y formemos parte del cambio.
Hay quienes prefieren ver
la historia pasar, y otros que decidimos vivir y participar de esta historia
que nos ha tocado vivir. Esto, créanme, acaba de empezar.
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