2025/10/01

CARTA A LOS SIN DERECHO


Hace 475 años, en Valladolid, se produjo un debate que sentó las bases de lo que hoy entendemos como derechos humanos. Fray Bartolomé de las Casas defendió con firmeza que las personas indígenas americanas eran seres humanos plenos de derecho y personas dignas de libertad y respeto.

Aquella Controversia de Valladolid de 1550, no solo cuestionó la legitimidad de la conquista, sino que dio lugar a una reflexión universal sobre la dignidad humana. Hoy, en un mundo donde resurgen discursos que niegan estos principios, su legado es más urgente que nunca.

El posicionamiento de Bartolomé de las Casas desmontó la cruel mentira de que algunos pueblos merecen ser dominados por ser “inferiores” y demostró que los derechos no son concesiones que hace el poder, sino que son y deben ser inherentes a toda persona, sin excepción alguna. Al igual que hiciera el, hoy debemos rechazar cualquier argumento que clasifique a las personas en “dignas” e “indignas”, “legales” e “ilegales”.

En 1948, las Naciones Unidas retomaron este espíritu en la Declaración Universal de Derechos Humanos, donde se afirma que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”.

Pero hoy, la extrema derecha vuelve a cuestionar estos principios con argumentos que buscan dividir nuestra sociedad diciendo que “los derechos humanos son privilegios para algunos”, que “la soberanía está por encima de la dignidad", o que “hay culturas inferiores”. No son ideas nuevas, son simplemente ideas que vienen del pasado cubiertas de un fino envoltorio de modernidad.

De las Casas defendió que la dignidad no depende de la cultura o la religión. Hoy, debemos recordar que las personas migrantes, las personas refugiadas y las minorías tienen y tenemos los mismos derechos en cualquier parte del mundo.

 

La Controversia de Valladolid no terminó en 1551, su eco resuena en cada lucha contra el racismo, la xenofobia, la LGTBIfobia y cualquier desigualdad. Frente a quienes quieren que retrocedamos en derechos, debemos reivindicar la importancia de construir sociedades donde quepamos todos y todas. Elijamos el mismo camino que Bartolomé de las Casas, elijamos el lado de la humanidad.

Nuestra sociedad lleva décadas de lucha caminando hacia la inclusión, la justicia social y el reconocimiento de la dignidad universal, pero la extrema derecha insiste una vez más en romper todos los puentes y en construir muros físicos e ideológicos, para dividir a la humanidad entre “nosotros, nosotras” y “ellos, ellas”.

Su ideología y argumentario, basado en el miedo, la exclusión y la demonización de quién es diferente, no es nueva. Sigue siendo la misma que siglos atrás justificó la esclavitud, el colonialismo y el fascismo, solo que ahora lo envuelven como la “defensa de la identidad” y la “protección de los valores tradicionales”. No nos equivoquemos, su objetivo es el mismo, erosionar y quemar la carta que contiene los principios y valores irrenunciables que costaron siglos de luchas.

La extrema derecha, trata estos derechos como un simple catálogo o listado del que se puede tachar lo que no les gusta. Niegan el derecho de las personas a migrar y buscar una vida mejor, niegan la violencia machista, atacan la igualdad de género y la lucha histórica de las mujeres feministas, como si ellas fueran enemigas de la sociedad cuando han demostrado y demuestran que siempre están dispuestas a luchar por los derechos de todas y todos.

La extrema derecha, criminaliza cada día a las personas que buscan refugio, como si tener que huir de la guerra o el hambre fuera un delito o algo ilegal. Su discurso es tramposo, desea imponer su pensamiento único y mantener sus privilegios a costa de los derechos de las demás.

Idolatran y se fotografían con fascistas y genocidas como Viktor Orbán, Marine Le Pen, Javier Milei, Mateo Salvini, Giorgia Meloni, Vladimir Putin, Benjamin Netanyahu y Donal Trump, que no son defensores ni de la libertad ni de la democracia; son comerciantes del miedo, que usan a las personas migrantes, a las feministas, a las personas LGTBIQ+ y a las personas más vulnerables como chivos expiatorios para fabricar enemigos y enemigas.

La extrema derecha en este país es aquella que buzonea nuestros barrios y nuestras calles con publicidad vomitiva, racista y xenófoba sobre las personas migrantes, mientras los demás miramos hacia otro lado. Somos cómplices con nuestro silencio de que en nuestra ciudad se instale el discurso de odio hacia aquellas personas que llegan desde otros lugares del mundo.

Con nuestro silencio permitimos que esta basura ideológica y fascista se deposite en los buzones en vez de tirarlos a los contenedores de papel. Les aseguro que toda esta bazofia cabe perfectamente, aunque siempre estén llenos en nuestra ciudad. Esta basura es suya, y suya también la responsabilidad de tener limpia la ciudad.

Cuando una persona cercana o no, manifiesta argumentarios machistas, racistas, xenófobos y homófobos y hace política en las instituciones o en la calle vertiendo mentiras y publicidad que hace apología del racismo y del machismo, invitando a discursos de odio y a ejercer violencia institucional, lo siento, pero son personas con ideología y pensamiento fascista y seguramente simpatizantes de partidos de ideología y políticas de extrema derecha, racistas y machistas.

Ante toda esta ofensiva, no basta con la indignación. Hay que actuar. Martin Luther King afirmó: “Lo que más me preocupa no es el grito de los violentos, sino el silencio de las personas buenas". La batalla contra el discurso de odio se libra en las urnas, pero también en las calles, en las aulas y en los medios de comunicación, desmontando todas sus mentiras con datos y exigiendo responsabilidades a quienes difunden odio. Señores, señoras y especialmente a quienes son más jóvenes, tenemos la enorme responsabilidad de trazar una línea roja ante esta barbarie. No podemos permitir que este discurso tan peligroso se instale en nuestras calles y en nuestra ciudad. No se puede seguir mirando hacia otro lado, tenemos por delante una tremenda batalla cultural.

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