El sinhogarismo
representa una de las formas más graves de exclusión social y vulneración de
derechos humanos. En España, más de 28.500 personas se encuentran en
situación de sinhogarismo, según la Encuesta sobre Personas Sin Hogar del
INE. Esta cifra, lejos de ser solo un número, refleja historias de vidas
truncadas por desigualdades estructurales, crisis económicas y falta de
acceso a recursos básicos como lo es una vivienda digna.
Desde un punto de
vista ético, garantizar una vida digna a todas las personas es un deber
inherente de cualquier sociedad que aspire a la justicia social y la
equidad. El derecho a una vivienda adecuada, reconocido por la Declaración
Universal de los Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales, no solo otorga un techo, sino también acceso
a la estabilidad, la salud y la reintegración social. La falta de hogar no
debería ser criminalizada ni invisibilizada, sino abordada con políticas
públicas.
En la Declaración
de Lisboa firmada en 2021, los estados europeos nos comprometimos a que
ninguna persona duerma en la calle en el año 2030 y a que nadie viva en
alojamientos de emergencia más tiempo del necesario para su transición a una
vivienda. Paralelamente, este objetivo también está recogido en el Objetivo
de Desarrollo Sostenible 11 de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, del
mismo modo que lo hace nuestra Constitución en sus artículos 47 donde
declara el derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada y el
artículo 10 al hablar de la dignidad de las personas como uno de los derechos
fundamentales e inherentes.
Aunque el artículo
14 de la Constitución Española declara que todos y todas somos iguales sin
que pueda prevalecer discriminación alguna, lo cierto es que estamos muy lejos
de que este hecho sea cierto. Situaciones como el sinhogarismo nos alejan de
una igualdad ante los derechos que ejercemos.
En nuestra ciudad, Valladolid, entre aquellos y aquellas que habitan temporalmente en el Albergue Municipal y quienes lo hacen en la calle sin un techo que les resguarde, hay no menos 150 personas. Esta es la cara más dura de la exclusión, la desigualdad y la ausencia de justicia social. Sin duda son las personas más vulnerables de entre las vulnerables.
Esta ciudad lleva
años trabajando con las personas sin hogar. Pero es necesario aumentar el
esfuerzo para no dejar a nadie atrás. Hace apenas un año le pedimos al gobierno
municipal conformado por PP y VOX que dieran un paso adelante en la defensa de
los derechos de las personas sin hogar. La respuesta fue negativa, ni un
paso adelante para salvaguardar la integridad y dignidad de estas personas. Ni
un solo euro o propuesta para no permitir que muera nadie más en la
calle y ofrecer una segunda y una tercera oportunidad a aquellas personas que
no tienen absolutamente nada, tan siquiera el calor humano de lo que significa
un hogar.
No pedimos tanto,
solo unos mínimos para garantizar en parte su derecho a vivir de manera algo
más digna: ampliar el número de plazas para personas sin hogar en un espacio
habilitado para tal fin, habilitar un parque de viviendas sociales para las personas
en situación de sinhogarismo, garantizar la activación del dispositivo de
emergencia existente por frío de manera continuada al menos desde el
1 de noviembre y hasta el 31 de marzo y por último aumentar la educación y
visibilización del sinhogarismo a través de más acciones para que
nuestra sociedad conozca y entienda que detrás de cada vida hay una historia
que merece respeto, porque ellos y ellas también son parte de esta nuestra ciudad
y como tales merecen nuestro respeto y comprensión. Como podemos imaginar, en
nuestra ciudad tampoco hay vivienda de alquiler para estas personas, no tienen
suficientes recursos para pagarlos y tampoco es fácil acceder a ellas debido a
su situación de calle.
El acceso a una vivienda
digna es un derecho fundamental. Pero es que, además, es un elemento
fundamental para poder acceder a otros derechos imprescindibles para una
persona. Disponer de un hogar es condición necesaria para acceder a derechos
tan básicos como la atención sanitaria, el acceso a determinadas prestaciones
sociales e incluso a derechos fundamentales como el voto, ya que sin un
hogar donde empadronarse, en muchas ocasiones, es imposible cumplir los
requisitos para poder ejercerlos. Si a estas dificultades añadimos todas a las
que se enfrentan para acceder a los recursos municipales, está claro que habrá
muchas personas que se nos van a quedar en el camino. Este hecho, facilitar
el empadronamiento de estas Personas con el fin de que puedan acceder a los
derechos y servicios que necesiten, debería de ser una prioridad.
Solo gracias a un
hogar o recurso habitacional se puede garantizar una seguridad completa que
permita desarrollar el resto de los aspectos de la vida.
Esto no es una exageración, el 47% de las personas en situación de
sinhogarismo en nuestro país han sido y son víctimas de algún delito de
odio. El 47%.
Quienes viven en
la calle tienen una esperanza de vida entre 20 y 30 años menor que el
promedio, enfrentan más enfermedades graves y carecen de acceso regular a
servicios sanitarios debido a la falta de tarjeta sanitaria, por lo que es
urgente dejar de obviar este problema administrativo y empezar a dar soluciones
inmediatamente.
Los recursos
existentes son incapaces de dar respuesta. Rechacen el argumento que asegura
que no existe lista de espera para acceder a estos. Cuando esta no se
elabora, es evidente que no hay lista como tal, pero hay cientos de personas
viviendo en silencio en nuestras calles. Si no ponemos los nombres de las
personas en una lista, esta no existe. En los últimos años, además, en nuestra
ciudad se pueden poner también los nombres de menores de edad en esa
lista. Algo que no ocurría desde hace tiempo.
Para acceder al recurso hay que cumplir plenamente con una serie de requisitos, porque si una persona no tiene documentación y se encuentra en situación irregular, aunque quiera y necesite el recurso, no puede acceder por ser una persona migrante e indocumentada.
Tampoco aquellas personas que son mayores de cierta edad a las que también se las excluye. Si tienes problemas de salud física o alguna discapacidad como por ejemplo una movilidad reducida, problemas de salud mental o consumes algún tipo de sustancia y no estás en tratamiento, no podrás entrar y protegerte del frío. Por supuesto, nada de animales, aunque estos sean su único apoyo en su vida.
¿Somos la
ciudadanía conscientes de las situaciones de vida tan complejas que tienen
estas personas? Porque si no lo somos, es imposible que
podamos hacer algo por cambiar sus vidas. Desconozco que gafas tenemos u
usamos para ver a estas personas, pero tengo claro que no tenemos ni de
lejos, la visión que ellos y ellas necesitan, y mientras esto no cambie será
imposible ayudarlas. La gente se nos muere en las calles, ¿realmente nos
importa?
Con todos estos
palos en las ruedas, se consigue que haya más personas viviendo en la calle
que en el propio recurso, que, por cierto, siempre está lleno, sin espacio.
Y quienes acceden cuanto activan el protocolo en las noches más frías, que nunca
son todas las personas que lo necesitan, acaban durmiendo en camastros
afinados sin derecho a nada más que pasar la noche y un desayuno. Estas no
son condiciones dignas. No lo son.
Párate algún día y
habla con alguna de estas personas. Todas tienen nombre y una historia detrás,
pero a la mayoría les gustaría tener el mismo final: “Si quieres salir de la
calle tienes que luchar. La calle no es algo que guste a nadie. El día que yo
salga, será un día maravilloso para mí. El poder dormir en una cama, tener un
techo, poder ducharme sin tener que llenar garrafas de agua, ponerlas al sol
para calentarlas. El poder echarme en una cama, sentir esa protección de las
paredes de una casa, de no tener que estar vigilando quien viene y quien no viene
mientras duermes, que va a pasar, que no me va a pasar. Poder cocinar mi propia
comida, lavar mi ropa”. Estas palabras deberían de ser nuestra motivación
para trabajar en favor de conseguir que nuestras ciudades queden vacías de
personas que viven silenciadas por nuestra falta de miras y sobre todo de
humanidad.
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