La salud mental, tradicionalmente la parte más desatendida de la medicina pública, alcanza hoy un carácter casi pandémico, especialmente entre jóvenes y adolescentes, y su tratamiento se ve dificultado tanto por la falta de estrategias concretas, la escasez de una red adecuada de profesionales como por la estigmatización más o menos velada que arrastran aún los enfermos.
Basta pocos datos para comprender la magnitud de problema: el 9% de la población tiene algún tipo de problema de salud mental (el 3% de graves dimensiones); casi un 7% por ciento de los españoles sufre problemas diagnosticados de ansiedad; un 4% por ciento, trastornos depresivos; 2,5 millones de personas consumen diariamente algún tipo de psicofármacos y casi la mitad de los jóvenes declara padecer algún problema (7,3 millones).
En España, el suicidio ha tomado un cariz alarmante, convirtiéndose en una “pandemia silenciosa” que ha mostrado un incremento preocupante. Esta situación se consolidó como la principal causa de muerte no natural en 2021 y 2022, según datos del Observatorio del Suicidio en España. El INE reveló que, en 2021, 4.003 personas perdieron la vida por suicidio en el país, 4.097 en 2022, 4.116 en 2023 siendo esta cifra predominantemente masculina, con una tasa 3 veces superior al de mujeres. Lo que vienen a ser algo más de 11,3 suicidios cada día.
Un dato que resalta son las cifras de suicidios en menores de 15 años, que pasaron de 14 en 2020 a 22 en 2021 y que afortunadamente vuelve a reducirse a 12 en el año 2022 y 10 en 2023. No obstante, el grupo de 15 a 29 años sigue aumentando cada año, pasando de 316 a 333 suicidios en 2022 y 354 en 2023, estando por encima de las muertes en accidentes de tráfico.
Centrándonos en Castilla y León, en 2021 se registraron 236 muertes por suicidio, distribuidas en 168 hombres y 68 mujeres. Esto representó un incremento del 3,5% en comparación con 2020. 200 fueron las muertes por esta causa en 2023, 141 hombres y 59 mujeres y de 197 en 2024. La tendencia en Castilla y León ha fue ascendente, con un aumento constante de muertes por suicidio desde 2017 y se mantiene estable y en descenso en la actualidad.
La importancia de las políticas públicas de salud mental es innegable. Estas políticas no solo deben centrarse en el tratamiento, sino también y sobre todo en la prevención y detección temprana. La formación adecuada de los profesionales de salud, así como el resto de grupos clave como los pueden ser los equipos docentes, trabajadores públicos y también población en general, es esencial para identificar a las personas en riesgo y proporcionarles el apoyo necesario.
La situación de la salud mental en España, y en particular en Castilla y León, es preocupante. A pesar de la creciente necesidad de atención, el sistema muestra una baja capacidad de respuesta. España cuenta con menos psiquiatras y psicólogos clínicos que la media europea, enfrentándose con pocos recursos a un pico histórico de suicidios infantiles. Recordemos las cifras del año 2021, 22 niños menores de 15 años se suicidaron, un 57% más que en 2020.
Aunque esta última cifra parece remitir en los últimos informes de 2022, no debemos olvidar que el 30% de los niños, niñas y adolescentes han tenido ideaciones suicidas, que el 14% en edad escolar tiene síntomas graves de ansiedad, un 6% de depresión y se han recibido más de 4.500 llamadas con tendencia suicida atendidas por el teléfono de la fundación ANAR en el año 2022. La cifras en Valladolid son preocupantes, 18.000 jóvenes manifiestas vivir una soledad no deseada. Una de cada cuatro personas de entre 16 y 29 años se encuentra en una situación que afecta con más frecuencia a mujeres y a miembros de hogares con rentas bajas.
La Junta de Castilla y León, por su parte, carece de un Plan de Salud Mental propio y creemos que no se puede seguir esperando por más tiempo que exista uno eficaz y actualizado más allá de una simple estrategia, para desarrollar políticas propias que combatan esta problemática. Debemos de adelantarnos y trabajar con esfuerzo. Es crucial que se tomen medidas urgentes, aunque estas comiencen siendo sencillas, para fortalecer el sistema de salud mental.
Todos estos indicadores revelan que la ciudadanía se siente vulnerable por múltiples factores, como la precariedad económica, las condiciones de trabajo, el aislamiento social (esa soledad no deseada de muchas de nuestras personas mayores), las expectativas de futuro, la presión sobre modelos estéticos y sociales ampliados por las redes sociales – especialmente, entre los más jóvenes - o, incluso, un modelo socio-cultural que ensalza las emociones como forma de relacionarse con la realidad que les rodea.
Por lo tanto, las respuestas deben de estar alejadas de miradas simplistas, la salud de las personas no entiende de colores políticos, no es de un lado ni de otro, todos y todas podemos vernos afectadas. Cierro la intervención con un último dato: 1 de cada 4 personas tendrá algún tipo de enfermedad mental a lo largo de su vida. Todos y todas tenemos en nuestros círculos personas con algún tipo de enfermedad mental y es muy posible que también, alguna persona cercana a nuestras vidas nos haya dejado antes de tiempo por no ser capaces de verlo a tiempo.
Es tiempo de ser valientes.

